El Mirlo
MEMORIA
Artículo 9 de 9
La sintonía de la mente. (Parte II).
Más allá del cortocircuito, la sintonía.
Esta es la última página dedicada al apartado "Memoria", en la que continuamos con ciertas consideraciones que nos ha despertado el texto de Mauricio Márquez Murrieta. Es muy probable que ciñéndonos exclusivamente al texto escrito, no arribemos a ver claramente que más allá de él, que es pensamiento "enlatado", discurre una sintonía que no es exclusiva, sino que a pesar de la relativa interferencia que el mismo lenguaje produce, en ella nos encontramos
El modo exacto de estar en el Mundo o cómo enfrentar la antagonía radical
por

Mauricio Márquez Murrieta
"juntos" aunque sólo sea en algún instante determinado. El lector puede apreciar si en ciertos momentos se le revela esta unisonidad a la que apuntamos. Tanto si uno está de acuerdo con lo expuesto como si se le hace turbulentamente confuso aceptarlo. Aunque parece hacerse obvio que si tenemos dificultades para el entendimiento, decaiga nuestro interés sobremanera impulsándonos a abandonar la "escucha". Sin memoria no podríamos estar planteándonos la totalidad, y la totalidad no puede dilucidarse con la memoria. Así de original y curiosa es la creación. Los seres humanos juntos, sintonizados, podemos hacer maravillas, al tiempo de gozar de la maravilla que es la propia vida. Sin embargo pareciera que de total imposibilitud estamos atorados. ¿Cómo es que no llama la atención, casi escandalizar debiera, que si uno en su interior lo que anhela es el orden inteligente y creativo donde fluya una mente libre, sin embargo nuestras relaciones sociales sean tremendamente conflictivas? Incluso, llegando a discurrir ellas en una vacua superficialidad imaginativa cuando llegamos a poder dejar de lado el mito y la creencia propios. Es el mundo el que se encuentra en el error, y uno mismo en lo correcto. Es así como siente la mayoría. Desde esta falsa perspectiva, es inevitable el "cortocircuito" en el que vivimos. Cuando todas las implicaciones que hay en esto se ven claramente, de manera natural se desprende la pregunta ¿qué hacer para que los que se empeñan en estar ciegos manteniendo su venda en los ojos, por comprensión propia decidan sacársela? No decimos cómo debe ser el nuevo comportamiento discurriendo en una mente libre, apuntamos a lo que hemos de dejar de hacer para tener acceso a ella. La mente libre fluye en lo vivo, y lo vivo está tendiendo siempre a lo nuevo, cómo podría lo creativo moverse dentro de un cauce que termina por estancarlo. Las explicaciones que podemos esgrimir para nuestras aclaraciones pueden tomar infinitos órdenes. El reducirlas a unas pocas para tenerlo bien definido, puede ser práctico a ciertos niveles, pero cuando de la inmensidad de la vida estamos tratando, ninguna de ellas, por bien sintetizadas, nos sirven para la percepción directa, que es la única que verdaderamente nos conecta con los hechos. Somos la misma complejidad que es la vida, y discurrir en esa complejidad precisa un cerebro que no se detiene en las configuraciones intelectuales, sino que como trampolín puede utilizarlas, pero para "saltar" a un nivel de conciencia auténticamente "amplio" como para vivenciar la totalidad individida. La sintonía de la mente, que a todas luces es lo que precisamos, no puede acontecer mientras el "receptor" únicamente se esté viendo a sí mismo.
RICO PAR (Noviembre 1, 2009)
Recibiendo lo Nuevo
Negando lo falso emerge la verdad
« … una aseveración de lo que no es y no de lo que es, … »
Como señalaba Krishnamurti: "llegamos a lo que es verdad por la negación de lo falso". O dicho de otra manera, "desechando lo que es falso la verdad se manifiesta". Nosotros aquí vamos a insistir, no en vano, este compendio, ayudado de aquellos que hablan de lo mismo aunque expresado con otras palabras y desde diferentes perspectivas, y seguro que en muchos casos tal vez con una mayor claridad de la que aquí arribamos, está circunscrito a poner de relieve el espejismo de centricidad que padecemos, el cual, precisamente, por lo antiguo y persistente que lo hemos hecho, pareciera que nos cuesta mucho ver que es de donde surge toda la divergencia. Ahora nos movemos en el pensar fragmentado, separado, dividido. Desde luego que ciertamente no podemos postular la verdad absoluta, y nos podemos, y de hecho nos "debemos", centrar en desvelar lo que es falso. Pero para que entremos en "comunión", los seres humanos, precisamos aprender lo que es el pensamiento participativo, "pensar juntos", ya que es desde ahí, desde esa unisonidad, de la que descubriremos, conjuntamente, lo falso que no nos permite sintonizar con la verdad conjunta. Fluyendo en ella, dudamos de que entonces precisemos definirla o explicarnos qué es lo que ella es. Ya que en la sintonía hay sincronicidad y fluidez. Y ese campo infinito por sí mismo manifiesta la interrelacionalidad, premisa substancial en la que vivimos, aunque ahora se encuentre precisamente atrofiada, interrumpida. Esto hay que entenderlo muy bien, pues la interrelacionalidad implica diversidad sin límites, que es precisamente otra de las cualidades que en el ser humano se pone de relieve, y por cierto, es por nuestra falta de comprensión de la diversidad por la que tenemos nuestras vidas atrapadas en el escalafón y la lucha, la violencia. ¿Puede quedar claro definitivamente con esto la contradicción que nos domina, centrándonos entonces en resolverla?
Lo Desconocido
« … aquello que escapa permanentemente a la simbolización y amenaza en todo momento cualquier pretensión de certidumbre.»
Indudablemente, lo DESCONOCIDO. No se le puede poner nombre, ni ser pensado, ni mucho menos explicado. Pero sí podemos comprender algo cuando tenemos un "atisbo" de ELLO, por intenso o fugaz que fuera. Cuando uno lo siente en sí mismo; la delicadeza, la sensibilidad y el cuidado, toman la relevancia, y de ahí, surge el extraordinario "afecto" hacia el mundo, hacia nuestros semejantes, hacia todos los animales e incluso hacia las cosas, hacia el universo completo. En la inocencia no existe ni el convencimiento ni la incertidumbre. Por otro lado, hemos de darnos cuenta del hecho de que sin la duda, sin un estado de continuo cuestionamiento, no es posible "aprender nada". Y por otro lado si uno se siente satisfecho porque cree que ya ha encontrado aquello que lo "concuerda anímicamente con la vida", que ya ha encontrado la verdad que lo tranquiliza, entonces ya está muerto. No puede descubrir nada, no hay abertura hacia lo nuevo en el ahora. Lo que sé no me deja ver lo nuevo. Por cierto, esta sugiere ser otra de las constantes creacionales, la continua "aprehensión" de la vida. ¿No será la total observación de "una mente armónica" en la atención de la completa incertidumbre donde se encuentra la seguridad absoluta?
La ineludible incertidumbre
« … En adelante, cualquier intento de dotar de sentido a la vida y explicarla, debe reconocer su incompletud, su falibilidad y la ineludible incertidumbre que mora en su mismo centro.»
¡Absolutamente! ¿Y no es esto una verdad incuestionable? ¿Un hecho a partir del cual sostenernos conjuntamente? Por cierto que aquí no hubiéramos utilizado el término "centro", a tenor de lo que en estos apuntes estamos incidiendo, claro. Quizá, "que mora en su misma base". Pero vemos el contexto y que es meramente una cuestión de léxico. Aún así, ¿tiene la vida ningún centro? Y quizás, la mejor manera de expresarlo sea diciendo … "incertidumbre que mora en la primigenia fuente". Pues piense el lector en esto: Si el propósito creacional ya sabe cómo serán las cosas, que es lo mismo que decir "cómo siempre estarán siendo", ¿qué exaltación de lo nuevo puede entonces discurrir en el flujo creacional? La "ineludible incertidumbre" morará siempre en el humano, pues es base consustancial en la completa creación, ¿qué "gracia" habría en algo que ya se sabe cómo será siempre? La incertidumbre es una cualidad humana, pero "heredada" de la propia incertidumbre que ya subyace en la propia creación. Incertidumbre que se evidencia por el perpetuo cambio siempre a lo nuevo. A todas luces, no nos podemos eximir de ella. Y en lugar de padecerla, que es lo que ahora nos ocurre como humanidad, hemos de aprender a despertar el gozo que en ella hay implícito, ya que sin incertidumbre no hay creación posible. Pero, ¿cómo un cúmulo psíquico que se está forzando en cada momento a ser algo determinado en el tiempo puede atender siquiera a la incertidumbre creacional?
El Misterio
«En palabras de Morin … "hace surgir en su corazón mismo el misterio"»
¡Ah, qué alegría! No somos los únicos que percibimos el MISTERIO implícito en la vida. Aquí diríamos que "el misterio" se encuentra "ahí" tanto si existe un "percibidor" para denotarlo, como si no hay ninguno. Lo que ocurre es que esto se hace evidente a partir de que surge un percibidor, como por ejemplo, el ser humano, que lo pone de relieve. No sentimos que sea el conocimiento de ningún tipo que manifiesta este profundo misterio que inunda tanto a la mente como al corazón, y que a medida que lo reflexionamos, lo desplegamos abriéndonos a la dilucidación sentida de ello, sugiriera que es precisamente ese "misterio" que jamás descifraremos, de donde surgen la exaltación del "alma" y de la belleza. (Entendiendo alma como la primigenia energía pura "nodificada" que nos impulsa). Cuando ese sentimiento de misterio se desborda sin oportunidad de retenerlo de ninguna manera, y "uno" se abandona a él por completo, al descubrir lo falaz de cualquier intento por domarlo, de ahí emana el sentimiento "de estar en el hogar", de haber estado siempre aquí, de no venir ni ir, sino que jugar extasiándose a ser perpetuo flujo creacional palpitante, es la alegría y el gozo de ello. Esta indescriptible "llama" nos corresponde a todo ser humano, pero cuidado, ahora el ego-céntrico está impidiendo que discurramos en ella. De otra manera, es imposible acceder al sentido de "humanidad" que ahora tenemos anquilosado, sin el cual, como es obvio, no puede acontecer un nuevo mundo fluyendo en esa gloria.
Del misterio a lo desconocido
«Sigue Morín "Se abre [el conocimiento] ante lo desconocido, …"»
¿Puede abrirse el conocimiento, en ese sentido de percepción? Más bien diríamos: se abre "la mente", al desembarazarse precisamente del conocimiento. ¿No es la mente sin centro alguno la que percibe lo desconocido? ¿Por qué, "frente", a lo desconocido? Siendo los seres humanos una rama más del exuberante árbol creacional que es el completo universo, inseparables de él, en nosotros mismos está implícito lo desconocido, ¿cómo es que ahora no nos sentimos "ello" si somos "eso"? El centro psicológico, que cree sentirse configurado, proyecta en la mente, descendiendo por todos los circuitos psicofisiológicos del organismo completo, una idea-sentimiento que haciendo de "interruptor" separa la totalidad de lo desconocido de esa pequeña parte que se cree conocida a sí misma, el ego-céntrico. Esto se hace desatendiendo al hecho que lo conocido, lo limitado, está siempre abrigado por lo desconocido, lo ilimitado. De hecho, lo conocido emerge de lo desconocido.
Diálogo, pero no debate.
«… forzándonos a abrir toda postura al diálogo y al debate para lograr acuerdos. … "»
Indudablemente, pero, ¿forzándonos? Llevándonos "naturalmente" sin esfuerzo alguno, pareciera ser lo correcto, al constatar como verdad "la unilateralidad del conocimiento y los valores". No sólo se hace necesario, sino que es motivo de gozo, cuando tenemos noción de que en la verdad discurrimos conjuntamente. Pero hacerlo implica estar de continuo fluyendo, y eso es lo que trae la continua duda y cuestionamiento. Hemos de llegar a ese "unísono entendimiento" a través del diálogo, la comprensión y la verdad. Entonces desde la comprensión no hay esfuerzo alguno pues la acción fluye naturalmente desde ella. Es el estado de incomprensión el que produce de continuo este lacerante esfuerzo, además "sobreañadido", ya que la creación no precisa de empuje ninguno para seguir su curso. Es el ego-céntrico que en sí mismo es la resistencia a través del esfuerzo. En la misma forma, ahora no sabemos lo que es vivenciar una mente única, en todo lo que hacemos nos sentimos separados. Es por esto que debemos insistir en ello, obviamente diálogo, lo único que conduce a la sintonía, pero nunca debate. Debatir es lo que hacemos ahora en el mundo, y hemos de ver a donde nos está llevando, precisamente a no conseguir jamás ese acuerdo que precisamos para sintonizar en la unisonidad que en realidad es la base que somos. Desde otro punto de vista, cuando el pensamiento participativo fluye, no es que se llegue a un acuerdo, que por regla general es algo "inventado", sino que se sintoniza en la verdad conjunta que ya se encuentra "ahí" antes de que nosotros arribemos a ella. El acuerdo implica partes que deben unirse, y la verdad conjunta nos lleva a hacer evidente la latente "unisonidad" ya existente. (30/07/09).
Del niño a la inmensidad creacional
« … y nos arroja, como al hipotético primer hombre, a un mundo espectral de fantasmagorías inciertas e inaprensibles en el que reinan la angustia y el desamparo, …"»
Este hipotético primer hombre lo podemos ver como un niño, y… ¿teme el niño a la nada, aún la "fantasmagorías inciertas e inaprensibles" que descubre en "su" mente? Por otro lado, ¿no es "la angustia y el desamparo" resultado exclusivo de lo que ahora anida en nuestro cerebro, desconectado de la totalidad de la vida? Pero si precisamente es el hecho de que existe lo infinito lo que da tranquilidad a la mente. El abismo incapturable es el "hogar". La nada es la madre. Hablamos de la mente, no de las necesidades físicas. La incertidumbre es la esencia del acto creacional vivo. Es a través de ella que surge lo nuevo. Aquellos que se dedican a las artes, (aunque todo en la vida es un arte), entienden esto que aquí se apunta. En el acto creacional está implícito lo nuevo, que siempre es incierto. Se hace cierto una vez hecho. Pero lo hecho es lo que muere y lo nuevo es lo que nace. Lo que surge siempre es incierto. De nuevo, hablamos de la mente, no de lo físico. De continuo se pone de relieve; el ego-céntrico quiere saber qué le pasará mañana, quiere tener atornillado el tiempo, y cree que ahí, conociendo lo acontecido y lo por llegar, no habrá peligro alguno. En el fondo es una respuesta animal trasladada a lo psicológico, cuando ambos flujos, lo animal y el psicológico, no son dependientes cuando el cerebro discurre en la atención del flujo. Sin embargo, el ego-céntrico no se da cuenta que teniendo toda su atención puesta en ese mapa de acontecimientos "prefabricados", no deja que el pasado se diluya, y fuerza al futuro a su predilección, pretendiendo conocerlo, así impide que lo nuevo pueda producirse. Esto es hasta lógico-matemático. Y esta situación aún se complica, ya que al carecer de la vitalidad que lo nuevo lleva consigo, se queda atrapado en la fijación del tiempo, que no es algo vivo. Disociarse de lo vivo, como es evidente y se pone de manifiesto, le produce angustia desde variadas perspectivas. Pero esto es lógico, las aguas que no discurren terminan pudriéndose, o en el mejor de los casos evaporándose. Uno sólo ha de prestar atención a cuando en él fluye la vivencia del gozo de la vida, y descubrirá que es ahí precisamente cuando el tiempo está abolido, y que la vivencia "directa" no tiene centro. En la nada no existe desamparo ninguno. Si se le hace difícil al lector captar esto, diríjase a un acantilado bien poblado por árboles y pájaros, desde el que pueda contemplar el horizonte del inmenso océano, viendo más allá las innumerables estrellas. En ese acto de silencio y vacuidad en la observación de lo natural, tendrá un atisbo de ello. (01/08/09 - 02:01:36 a.m.).
Aclaratoria fe y creencia
«Para ello debemos introducir el trabajo productivo/constitutivo de la creencia y de la fe. Las cuales, más allá de su sentido religioso, son imprescindibles y consustanciales al hombre.»
No. Y siento ser tan rotundo, Mauricio, pero este punto es muy importante. Desde luego no personalicemos, pues de algo que nos atañe a todos estamos hablando. O bien utilizamos las palabras "creencia" y "fe" con distintos significados, o aquí hay algún mal entendido, sobre todo a tenor de que tu paso en la deliberación que llevas a cabo en el texto manifiesta racionalidad por los "cuatro costados". Señalar que no hay intención de descalificar a nadie, pero sí expresar cómo siento esto poniendo en el ánimo que pueda abrirse la mente, pues es seguro que si lo discutiéramos más de cerca llegaríamos a la verdad conjunta sobre la fe y la creencia. ¿El trabajo productivo/constitutivo de la creencia y de la fe? Uno se ha de dar cuenta de lo reacio que se torna a escuchar cuando sus convicciones pueden ser tambaleadas o derrumbadas, o sus puntos de vista son trastocados. Razón por la que hemos de mantenernos partiendo con completa ausencia de conclusión alguna. Nos pareció en principio que esta declaración era un intento por no excluir en los razonamientos a aquellos que precisan sostenerse en la fe y en la creencia, una cosa así hasta cierto punto comprensible por su buena intención, aunque igualmente deberíamos aclararla, pero a tenor de la aseveración esgrimida, parece aflorar un grave contrasentido, al que debemos abrirnos, desde luego si lo que precisamos es conectar con los hechos. Aquí no sentimos que la creencia y la fe sean productivas, aunque sí se nos hace obvio que entre ellas dos sí son constitutivas, pero el trabajo en el "diálogo sintonizador" de la mente, no puede venir sin excluir por principio todo tipo de creencia con su fe adherida. Los hechos acerca del comportamiento humano sujeto a sus creencias y la abismal división que creamos lo ponen de manifiesto. Hemos de discurrir en los hechos, esa es nuestra inicial premisa de "contacto". Ahora, a ver si podemos explicarlo claramente para que todos podamos entenderlo. Todos, incluidos el actual lector y los dos escritores aquí involucrados.
Creencia
Por ejemplo: "uno no cree que lleva un reloj en su muñeca", (en caso de que lo utilice). Tiene realidad, sabe, que lleva un reloj en su muñeca. El Sol está ahí, es un hecho evidente, y eso uno no lo siente como una creencia. No creemos que nos estamos escuchando a través de unos textos, sabemos, tenemos realidad y certidumbre, de que lo estamos haciendo. No "creo que debo alimentarme", es un hecho que debo hacerlo, incluso lo hacemos sin planteárnoslo. Los ejemplos son interminables. ¿Esto donde nos lleva? Únicamente creemos aquello de lo que no tenemos evidencia. Eso es creer; un supuesto que puede ser más o menos acertado, pero que no tenemos constancia de ello, no es un hecho. No se puede "creer un hecho". El hecho únicamente podemos comprenderlo, o de él quedar ciegos sin verlo. Obsérvese que aquello que creemos pudiera convertirse en un hecho, entonces dejaríamos de creerlo, para pasar a comprenderlo. Si acordamos conjuntamente este significado a lo que denominamos creencia, entonces queda claro que la creencia es algo "imaginado", una "suposición" que no es un hecho, y difícilmente podemos sostenernos en algo tan endeble. Aun lo falso o verdadero que pudiera parecernos. Las suposiciones son muy buenas para indagar, como medio de la investigación discursiva, pero no pueden tomarse como resolución de lo desplegado y comprendido a raíz de ellas. ¿Cómo podríamos evidenciar que la creencia es constituyente del ser humano? ¿Únicamente porque ahora la mayoría se aferran a las creencias? Indudablemente ahora lo general es sostenerse en la creencia, y así nos va en conjunto. Pero en cualquier caso, ¿no comienza ello con la facultad del cerebro de poder crear símbolos e imágenes acerca del mundo que lo envuelve tanto del que siente como interno, ideas de las cuales también utiliza para fabricar sus imaginaciones? La idea, el pensamiento, hace la función de espejo, a través de él se refleja la realidad en el cerebro. Pero la realidad es una cosa, y el reflejo de ella en el cerebro es otra. Para cuestiones prácticas, físicas, al cerebro le va muy bien esta característica, pero para cuestiones trascendentales, (la vida es un proceso trascendental), precisa un contacto directo con los hechos, y no a través de un reflejo. La creencia, incluso, es todavía menos que un reflejo, es una acomodación psicofisiológica idealizada para no sentirse perturbado. Es a raíz de esto, que tomar la creencia como verdad y sostener la vida en ella, incluso hacerlo por falta de cualquier otra cosa, conduce al desorden, al desequilibrio, y psicológicamente, al autoengaño, del que se produce la interrupción en las relaciones. Ahora es como tenemos el mundo organizado: creencias, oposición a causa de ellas, y denigración humana. No siento que esto pudiera negarse. Son las creencias las que nos llevan a la explotación económica y a la guerra física y psicológica. Ahora, pareciera consustancial al ser humano la creencia, exactamente al mismo nivel que aparenta ser consustancial el ego-céntrico; él está ahí sólido casi como los huesos. Pero ambas "ideas" son meras proyecciones sin vida propia aunque ahora afecten tan lacerantemente a la propia vida.
Fe
El cerebro puede hacerse el tonto consigo mismo, y cuando ha desarrollado una creencia que lo sustenta, en la que encuentra eso que llama seguridad, certidumbre, aunque en la superficie no quiera verlo, muy en el fondo, (procedente de la "propia" primigenia fuente), existe un atisbo de que esa imantación con el "credo", con una idea, es falsa, entonces, para auto-impedirse el dejar de tenerla, crea un mecanismo psicofisiológico muy potente, que es lo que llama "la fe". Desde luego que este sentimiento que así denominamos proviene de muy diversas causas que podríamos referenciar, pero con esta que acabamos de plantear tendremos suficiente. Así, la fe es una "veneración vehemente", con presunción racional, y con un caudal de sensaciones físicas y mentales, de las que uno se siente seguro y reconfortado. La "fe acérrima" se oye en ocasiones. No es más que un proceso "físico-químico" para que la creencia pueda sostenerse como verdad por ella misma. Y de ello el cerebro se sienta reconfortado y sin incertidumbre ninguna. O sea, (y no hay intención ninguna de herir a nadie, por favor entiéndase bien esto), la fe es una triquiñuela de autohipnosis. Los sentimientos que la fe, una vez incubada y "fabricada", (no se nace con ella), generan acerca de la creencia a la que se la asocia, (pues van juntas, no hay fe sin creencia), son tan potentes y "alucinatorias", que el cerebro lo vive como si de una "auténtica realidad" se tratara. Hemos de matizar aquí, que la fe no se circunscribe a cuestiones religiosas solamente, sino que todo el espectro de realización del ego-céntrico está afectado por ella. Los mismos terroristas o las mafias, por ejemplo, que no se avienen al diálogo abierto, al igual que muchos gobiernos dictatoriales y grandes magnates auto-egolatrizados, tienen la "fe" puesta en eso que hacen. Ya que incluso cuando la creencia se admite socialmente como algo irrevocable en la persona, (cuando no lo es), por otro lado postulando que no se puede vivir sin tener alguna creencia, la fe, como un bálsamo de profunda sensación en la suntuosidad, viene a reafirmarla. Entonces, por la creencia y con la fe, podemos guerrear, matarnos, en el peor de los casos, y en el mejor, soportar que vivamos separados como unos extraños de los que hemos de cuidarnos, "pues el que no tiene mi propia creencia puede destruírmela", incluso, por muy grande que sea mi fe.
Esperanza
La creencia y la fe, véase esto, son fundamentos del ego-céntrico. Se dice "yo creo, tengo mi fe". No existe la creencia fuera de uno mismo, al igual que no existe la fe. Obsérvese además, que no existe creencia ni fe que no parta o arribe de una manera u otra a la "esperanza". Pues toda creencia con su fe, no cobijan más que la esperanza de un fin propuesto. Esto se hace extraordinariamente curioso, pero lo que se hace espeluznante, es que la psique no se dé cuenta de cómo se "toma el pelo a sí misma" identificándose con los contenidos retenidos en el cerebro, en formato de fe en su creencia. Ya que hemos de ver que la propia palabra esperanza lo dice: "estar esperando algo que ocurrirá en el futuro". La creencia se manifiesta con la esperanza en que las cosas son y serán de una determinada manera, en concordancia con la creencia. Toda creencia te ha de llevar a algún lugar o estado que en el ahora no existe. Y como esto es un estado de espera, del futuro que ha de llegar hasta el presente, pudiendo entonces el cerebro fácilmente dejar de prestar atención a la creencia, pues todavía no es algo que verdaderamente esté ocurriendo, se inventa la fe, que a través de la autosugestión, exalta las emociones y los sentimientos, de forma que entonces la creencia simula ser algo vivo en el ahora. Lo simula, pero no es más que un acto de ilusionismo producido por esa fe a modo de narcótico estimulante. Los humanos, por lo general y en la mayoría, vivimos esperando que algún día seremos un "poco mejor", (curiosamente dudamos de que lleguemos a ser buenos del todo), mientras tanto, las crisis que no nos dejan vivir la vida, únicamente las paliamos viviendo en un estado neurótico, esperando dejar de estarlo.
Creer/no-creer, ¿o discurrir en los hechos?
Para el que no cree ninguna razón es suficiente, para el que cree, ninguna es necesaria»
¡Qué bella es, (lo que aquí tentativamente venimos denominando), la "psico-matemática"! Y esto aún cuando Mauricio inserta esta declaración referenciándola desde una perspectiva "religiosa". Haga el lector el experimento, tome todas sus creencias y manténgalas fuera del enfoque y de la atención, y en ese estado, discurra reflexionando a través de los hechos, dejará de existir la dicotomía que "creer/no-creer" tiene implícita. Podemos aquí apuntar la segunda parte del titular que está contribuyendo a desplegar todas estas reflexiones: "cómo enfrentar el antagonismo radical". Precisamos insistir; el antagonismo radical es la "irracionalidad pura", si es que podemos calificar lo irracional como esencia de algo. Ya que lo irracional únicamente se manifiesta cuando hay carencia de racionalidad, y ésta sí es en sí misma una "substancia" pura: lo racional, que impregna materia y mente desde la inteligencia profunda. Ahora bien, el antagonismo, del tipo que sea, hemos de partir de la premisa de que siempre proviene de algo que en sí mismo es falso. Indudablemente, afirmamos esto, trascendido "el animal" y discurriendo por ello en la inteligencia de la mente. La inteligencia discurriendo a través de los hechos, siempre pondrá la evidencia de causas, almacenadas en forma de recuerdo, creencias y conclusiones, de las que el antagonismo se produce al confrontarlas con otras que apuntan a diferentes direcciones. Si a ese sentir antagónico por ideas contrapuestas le adherimos además toda la carga emocional que el ego-céntrico cultiva, que es lo que ahora se hace, entonces ya tenemos borboteando el odio y todo lo que de él se desprende. Indudablemente, es nuestro trabajo y "deber" trascender "la antagonía" en la que ahora discurrimos "conjuntamente", pero esto no ocurrirá por el simple anhelo de desearlo. Para tal dilucidación precisamos comprender cabal y claramente lo que ahora está impidiendo la sintonía.
"Y Dios nos persigue por todas partes"
«… creencia en la existencia de Dios …»
El ego-céntrico, un "centro creado", precisa un "centro creador", Dios. Una proyección, proyecta una proyección mayor. Se nos ocurre pensar en este momento, que los que creen fervientemente en Dios, se les hará muy difícil leer estos textos, ¡Ojalá que no! Cuando muy posiblemente son ellos los que deberían prestarle mayor atención. En igual medida, aquellos que no creen, en definitiva, todos aquellos que tienen acérrimas creencias e imperturbable fe, sea en lo que fuere que las sostienen. Ya que ambas cosas provienen desde muy antiguo, y ellas no nos han sacado de nuestra padeciente paradoja. Cabría preguntarse ¿cómo es que no tenemos fe ni creemos que el ser humano podamos hacer de la vida algo inteligente, vivenciar y compartir conjuntamente su maravilla, en lugar de impregnar la vida con la ignorancia que ahora manifestamos? El ego-céntrico es un sentimiento psicofisiológico inducido agresivamente, de forma que se solidifica hasta el punto de aparentar ser real, todavía más cuando él mismo "se siente hasta las vísceras". Un cerebro libre de cúmulo psíquico, discurriendo en él una mente sin espejismo de centricidad alguno, ¿puede proyectar la idea de dios, o el sentimiento de Dios? Para vivenciar "esto", uno debe saber por sí mismo lo que es un cerebro libre de la "incrustación" del centrismo, y esto no puede ni imaginarse ni pensarse. (30/julio/09).
Del sueño a la Inmensidad sin horizontes
«…la transustanciación de la percepción fenoménica de la realidad ya opera en nosotros a partir del momento en que nos vemos obligados a aprehender, comprender y experimentar nuestro alrededor simbólicamente…»
Atiéndase a cómo se ha de leer esta declaración, despacio y sintonizando con el hecho fundamental que ella apunta. La primera cualidad a la que nos retrotrae, es prestar atención al estado del niño, pues aún cuando en él ya transcurre la "percepción fenoménica de la realidad", tanto la obligación como la simbolización de la realidad no existen todavía, pues van tomando forma en la medida en la que el medio en el que el niño se desarrolla se lo va "insuflando". A la par, cometiendo un error terrible, que es eliminar esa noción primigenia donde no hay obligación ni simbolización ninguna, o sea libertad pura y percepción directa con lo envolvente. Podríamos decir, "anulamos al niño". Los focos en la mente del niño se van creando por entrenamiento, no vienen con él en el cerebro. Aprender y comprender de nosotros mismos y de nuestro alrededor, de las relaciones entre todas las cosas, no podemos entenderlo como una obligación, en la misma forma que no entendemos como obligación comer o dormir. Son cualidades
El modo exacto de estar en el Mundo o cómo enfrentar la antagonía radical
por

Mauricio Márquez Murrieta
que discurren naturalmente provenientes de lo creacional. En igual medida "simbolizar" la realidad, que en sí mismo no conlleva desorden ninguno, proviene del mismo fondo. Pero mírese de cerca el funcionamiento de esto: "forzamos" al cerebro a "identificarse" con sus símbolos además de con sus emociones, lo "obligamos". Y esto lo hacemos al mismo tiempo que le suprimimos la cualidad de la inmensidad sin horizontes, innata en el niño. Esta cualidad la "reprimimos" totalmente. Para cuando nos damos cuenta, la divergencia se ha hecho tan grande, que casi se nos hace imposible retornar al orden correcto, y esto si es que en alguna forma recordamos que él existe dándonos cuenta de que ahora fluimos en el orden incorrecto. Entonces creemos que "entrenándonos" con la práctica de alguna actividad o estudio podremos conseguirlo. Sin embargo, la acción que "conmuta" entre el "estado de sueño" que es encontrarse atrapado en la obligación y el símbolo, con el estado de "inmensidad sin horizontes", ni centro alguno obviamente, de un interruptor se trata. No existe graduación o puente entre ambos estados, y únicamente la comprensión es la energía motriz que lo acciona. (15/10/09).
RICO PAR (Fechas interior texto)
 
Erich Fromm
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Edgar Morin
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Espejismo de Centricidad - RICO PAR - 2008/09
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